TEMPLOS QUE SOMOS SIN SABERLO
- PLATÓNICO
- 12 abr 2018
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“Al mirarse en el espejo, se asombró de su rostro. ¡Nunca había tenido los ojos tan grandes, tan negros ni tan profundos! Algo sutil pero poderoso se había derramado sobre su persona, transformándola." Madame Bovary, Gustave Flaubert.
Es curioso cómo nos transformamos a lo largo de nuestra vida. Pareciera que vivimos por estaciones, pues dejamos una parte de nosotros cada cierto tiempo de manera inusitada. En pocas palabras, somos un ser indefinido, una sustancia indivisible.
Para explicar este último concepto, es necesario conocer la teoría del alma de Platón. Para este filósofo, el alma es perteneciente al mundo de las ideas; es decir, se encuentra en la luz, en la verdad y, por lo tanto, superior a lo mortal (el cuerpo). De esta forma, se puede decir que no somos un cuerpo que tiene alma sino, por el contrario, somos un alma que posee un cuerpo.
Para Platón, todo giraba en torno a la sabiduría; para ello, el ser humano debía salir de la “caverna”, de la obscuridad que no te permite ver la realidad tal como es, para llegar a la “luz”. El alma es inmortal pues existe antes y después de la existencia corpórea de la persona.
Para comprender la superioridad de nuestra alma, Platón utiliza dos conceptos: reminiscencia o anamnesis que significa conocer es recordar o reconocer. El conocimiento ya está dentro en el alma esta forma de percepción me parece sumamente interesante ya que también considero que muchas veces las respuestas están dentro de nosotros.
Vivimos llenos de ruido y no somos capaces de parar un momento para escuchar la sabiduría que llevamos dentro. Para explicar cómo está constituida nuestra alma Platón recurre a la alegoría del carro, que consiste en un conductor jalado por dos caballos.

El conductor es la parte racional la parte que debe guiar, uno de los caballos es la parte irascible (parte dócil) y el otro caballo es la parte concupiscible (parte pasional). La armonía del alma se alcanza mediante la virtud de la parte racional que es el valor, la virtud de fortaleza de la parte irascible y la templanza y moderación de la con concupiscible.
En esta parte es en la que llegamos a la conclusión que el alma es una sustancia indivisible en la que se busca un equilibrio y necesita de las tres partes para funcionar.
En lo personal coincido con la idea de Platón en que el alma es algo mucho más profundo que lo mortal y solo en algunas ocasiones se nos revela como en la cita al comienzo de la entrada, en la que nos damos cuenta que hemos cambiado de una manera sutil pero sumamente significativa.
Comencemos entonces a escuchar nuestro verdadero ser, conozcámoslo y contemplemos la belleza que posee, asombrémonos de la sabiduría que llevamos dentro.
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